En efecto: Todo
cambia. Vamos adquiriendo experiencia, nuevas destrezas. Nuevos paradigmas y
arquetipos remplazan aquellos viejos que son insostenibles. Todo ello forma
parte del continuo proceso de transformación que viene a ser la maduración. Un
proceso que no se detiene y como le ocurre a la energía y a la materia:
"Solo se transforma".
Permanecer fiel a
las cosas solamente en respuesta a tradiciones, sin someterlas al juicio de
verdadero o falso, nos esclaviza. Y El Creador, nos hizo libres. No para ser
libertinos, sino para ser sabios. Ser sabios, no en el sentido de llegar a ser
como un libro escrito y publicado hermosamente, sino en el sentido de una nueva edición
revisada y corregida. No un libro en blanco, o con tachaduras y enmendaduras
que lo afean, ni para quedar alojado en un estante; empolvado y lleno de
conocimientos anacrónicos que no le aprovecha a nadie.
Una vez alguien me
dijo: "Nunca corrijas lo que algún día
escribiste, porque tus palabras representan el sentir de ese momento". Quizá
tuvo razón. Pero eso solamente aplica a los recuerdos (y quizá a los cuentos y poemas). Por ejemplo: si miras
una vieja fotografía, lo que en ella quedó plasmado, ya no está igual. Si miras
tu retrato ves que haz cambiado -por fuera y también por dentro-. Aunque tu
alma es la misma -porque en esencia, sigues siendo tú-, aun en tu interior no
permaneces idéntico hoy a como fuiste ayer. La semilla se transforma en árbol y
produce hojas deciduales y frutos que con el paso de los días maduran y sirven
de alimento, o sus semillas caídas a tierra buena, son útiles para generar más
árboles.
Tiempo atrás, miré a
Dios desde un ángulo heredado, después desde otro que me fue inculcado y luego…
desde un nuevo ángulo aprendido a través de la investigación y de experiencias
de vida.
De regreso a este
blog, releyendo algunos de los títulos que escribí en el pasado, me doy cuenta
de cuánto he venido cambiando. Tengo por cierto, que muchos de mis amigos y
seguidores disentirán ahora de mí. Habrá quién me tilde de traidor y apóstata y
hasta de anatema. Aun así, respetaré sus conceptos acerca de mí. Por una
adquirida -y ahora habitual- y personal decisión, de respetar su derecho al
desacuerdo. Puedo decir en mi descargo, que ya no pretendo ejercer influencia
sobre alguno, porque toda idea y criterio es respetable, quien coincida conmigo
bueno es, quien disienta, bueno también será -al menos para él-.
Seguiré -sin
embargo-, escribiendo por otra habitual y personal decisión y gusto: escribir.
¿Quién lo sabe? Es muy probable que después de algún tiempo, edite lo que hoy
escriba.
Shalom
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