viernes, 29 de julio de 2016

Renovación

En efecto: Todo cambia. Vamos adquiriendo experiencia, nuevas destrezas. Nuevos paradigmas y arquetipos remplazan aquellos viejos que son insostenibles. Todo ello forma parte del continuo proceso de transformación que viene a ser la maduración. Un proceso que no se detiene y como le ocurre a la energía y a la materia: "Solo se transforma".
Permanecer fiel a las cosas solamente en respuesta a tradiciones, sin someterlas al juicio de verdadero o falso, nos esclaviza. Y El Creador, nos hizo libres. No para ser libertinos, sino para ser sabios. Ser sabios, no en el sentido de llegar a ser como un libro escrito y publicado hermosamente, sino en el sentido de una nueva edición revisada y corregida. No un libro en blanco, o con tachaduras y enmendaduras que lo afean, ni para quedar alojado en un estante; empolvado y lleno de conocimientos anacrónicos que no le aprovecha a nadie.
Una vez alguien me dijo: "Nunca corrijas lo que algún día escribiste, porque tus palabras representan el sentir de ese momento". Quizá tuvo razón. Pero eso solamente aplica a los recuerdos (y quizá a los cuentos y poemas). Por ejemplo: si miras una vieja fotografía, lo que en ella quedó plasmado, ya no está igual. Si miras tu retrato ves que haz cambiado -por fuera y también por dentro-. Aunque tu alma es la misma -porque en esencia, sigues siendo tú-, aun en tu interior no permaneces idéntico hoy a como fuiste ayer. La semilla se transforma en árbol y produce hojas deciduales y frutos que con el paso de los días maduran y sirven de alimento, o sus semillas caídas a tierra buena, son útiles para generar más árboles.
Tiempo atrás, miré a Dios desde un ángulo heredado, después desde otro que me fue inculcado y luego… desde un nuevo ángulo aprendido a través de la investigación y de experiencias de vida.
De regreso a este blog, releyendo algunos de los títulos que escribí en el pasado, me doy cuenta de cuánto he venido cambiando. Tengo por cierto, que muchos de mis amigos y seguidores disentirán ahora de mí. Habrá quién me tilde de traidor y apóstata y hasta de anatema. Aun así, respetaré sus conceptos acerca de mí. Por una adquirida -y ahora habitual- y personal decisión, de respetar su derecho al desacuerdo. Puedo decir en mi descargo, que ya no pretendo ejercer influencia sobre alguno, porque toda idea y criterio es respetable, quien coincida conmigo bueno es, quien disienta, bueno también será -al menos para él-.
Seguiré -sin embargo-, escribiendo por otra habitual y personal decisión y gusto: escribir. ¿Quién lo sabe? Es muy probable que después de algún tiempo, edite lo que hoy escriba.

Shalom