domingo, 11 de marzo de 2012

Vende todo lo que tienes.



Proemio

16 Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?
17 El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio.
19 Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?
21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme
22 Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
Mateo 19:16-30
Reina-Valera 1960
ver también: Mr. 10.17-22; Lc. 18.18-23

Exposición
Jesús -Yahoshúa-Yeshua-YESU, o como le quieran llamar. El Histórico, el moré, el rav, el maestro. De quien se dice pudo ser discípulo de Juan el bautista. Y quien, según la tradición se afirma que tuvo un ministerio itinerante por todo Galil. Como buen Judío que fue, fiel al pensamiento Judío para transmitir las formas de conducta Judía: [Halajá] la aplica en su enseñanza. Haciendo uso de las mismas técnicas didácticas para estampar el espíritu de la Torah (Ley-instrucción) dictada a Moisés (Moshé) en el Har Sinai.
La tradición, nos enseña que este Jesús-Yahoshua-Yeshua-YESU (o como le prefieran llamar) fue constantemente probado por sus propios hermanos Judíos a lo largo de su ministerio. Pero en este caso, la preocupación del joven rico es recibir una respuesta a una de las grandes preocupaciones que son comunes a los hombres de todos los grupos étnicos, de todas la religiones, de todas las épocas: La vida eterna, la vida después de la vida, y la condición para acceder a esta. Y la respuesta del maestro es concisa y directa citando de las diez palabras (o Diez Mandamientos), aquellos que se refieren a las relaciones entre los hombres, dejando de lado en este caso, los mandamientos relativos a la Honra de Dios de parte de los hombres.
El joven rico se acerca al maestro con la palabrería lisonjera que es común a todos aquellos que buscan solamente los beneficios de Dios -y de los hombres-, antes que buscar amarle, obedecerle y conocerle (en ese orden). Por eso el joven rico le llama: "maestro bueno". ¿O acaso es que este joven rico judío, reconocía en Jesús-Yahoshua-Yeshua-YESU (o como le prefieran llamar), al Mesías, o al hijo de David, o al Hijo de Dios, o al mismo Dios encarnado? ¿Era Judío este joven rico? Sí. O al menos, era un extranjero judaizado, pues más adelante, él mismo ratifica haber seguido los mandamientos citados por el maestro al afirmar: "Todo esto lo he guardado desde mi juventud"
Por su parte, y en respuesta a la introducción lisonjera del rico, el maestro contesta con humildad preguntando a su vez: "por qué me llamas bueno. -Y luego afirma- Nadie es bueno, sino solo uno: Dios." Con lo cual, Jesús-Yahoshua-Yeshua-YESU (o como le prefieran llamar) deja en claro su propia postura de sometimiento con relación a Dios, sea esta en su calidad de Hijo, o de Mesías, o llanamente de hombre y enviado.
Pero el rico se le ha acercado a buscando al maestro, y no como reconociendo a Jesús-Yahoshua-Yeshua-YESU (o como le prefieran llamar)como a Dios encarnado, o como al Hijo de Dios, o al Mesías de Israel. No, rotundamente no podía ser esto, pues ni siquiera le llama: hijo de David como lo hacían los ciegos (bien por ciegos, o bien porque tuvieran una mayor sensibilidad espiritual por la misma razón). Y mucho menos, Jesús-Yahoshúa-YESU, estaba indicando en forma alguna, ni en ese momento (ni en ninguno otro según las Escrituras) el ser Dios mismo, ni aun reclamó en público ser el Mesías, y a sus discípulos pedía guardar silencio al respecto.
El método Halajico del maestro Jesús-Yahoshua-Yeshua-YESU (o como le prefieran llamar) o la inquietud personal del joven llevan a este último a preguntar: "Qué más me falta". -para alcanzar la vida eterna- Aquí la mayoría de las versiones nos transmite esta respuesta del maestro: "–Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego ven y sígueme."
¿Qué significan estas palabras: Ven y sígueme? Por supuesto que se pueden dar una multitud de argumentos para contestar esta pregunta. Pero si únicamente fijamos nuestra mirada en las palabras que preceden a esta indicación: Ven y sígueme. Así tenemos que dice: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo;…."


Pero no vayas a pensar que el Moré יהושע está hablando de  cosas materiales. Claro que yo me he valido de una caricatura de venta de garage para ilustrar el encabezado de este artículo. Pero el Moré no está hablando de objetos que se pueden comprar y vender, que son perecederos, algunos básicos y otros superfluos. Que son excesivamente caros o que tienen poco valor.

No está hablando de dejar todo aquello que has atesorado avariciosamente: sean tus riquezas materiales, tus blasones familiares, tus galardones académicos, o tu posición social, o tu influencia en tu lugar de trabajo, o en tu ministerio religioso. Habla de renunciar a todas aquellas cosas que integran tus paradigmas, y configuran tu mentalidad, sea esta secular  y científica, o religiosa y mística. Aquellas cosas que no te permiten abrir los ojos y el corazón, y te mantienen inmóvil. Si me permites el paréntesis, que "vende todo lo que tienes" es algo similar a la escena del filme "Up", cuando el anciano decide dejar atrás todas aquellas cosas que le eran entrañables y nostálgicas, pero que le impedían volar, para lograr su objetivo, y para acudir en el auxilio de sus desvalidos amigos: un niño, un perro, y un ave. 

Quienes dejamos atrás las tradiciones y la religión de nuestros padres emulando a Avraham, sabemos el trabajo que da el desapego y la renuncia a aquello que constituyó nuestra identidad en el pasado. No estoy invitándote a dejar tu fe. Solamente a hacer los ajustes que requiere para que puedas ver la verdad que tu corazón ha estado buscando, pero que a tu mente le cuesta admitir que esa es la verdad.

"Vende todo lo que tienes", es una forma alegórica para decir que dejes atrás lo que te estorba y te impide avanzar a tu neshama (consciencia), tu egoísmo, tu despotismo, tus prejuicios. Tus dogmas. Todo aquello que consideras tus riquezas, tus logros. 
¿Recuerdas a quién Dios, llamó "un varón perfecto"? Pues a Iyov (Job). Este varón aprendió a conocer a Dios y a mantenerse fiel en su confianza en El, a pesar de haber perdido todo lo que tenía. En la respuesta del maestro, se le deja al joven rico la libre decisión de vender todas sus posesiones y dejarlo a los pobres. Mas el apego a lo material le impidió hacer caso de lo que el maestro le indicó.

Si Jesús-Yahoshua-Yeshua-YESU (o como le prefieran llamar) es el Mesías de Israel, o el Hijo de Dios, o Dios encarnado. No se aferró a ello, ni apeló a ello en sus argumentaciones y enseñanzas. En todo caso, si lo es (el Mesías de Israel, o el Hijo de David, o el Hijo de Dios, o el mismo Dios encarnado) fue sabiamente humilde como para haber vendido todo lo que tenía, para darlo a los pobres. Por eso, ni los ricos en bienes financieros y posesiones materiales, ni a los ricos en conocimientos seculares o religiosos, ni a los "ricos en espíritu", ni los que están aferrados a sus infortunios y miserias materiales y espirituales les será fácil encontrar el camino a la vida. Antes, como el joven rico: Oyendo esta palabra, la mayoría se marcha insatisfecha y triste…

jueves, 8 de marzo de 2012

La vida y la muerte



Mirar detenidamente la foto de un neonato grave, orointubado, sondeado, multipuncionado, tan pequeño, tan indefenso, tan frágil, me hizo pensar profundamente en la labilidad de la vida, en la lucha intensa y dramática que batallan los enfermos. Y en la trascendencia del ejercicio médico, y del empeño y el leal esfuerzo del personal que le apoya: es a saber, las enfermeras, el personal de laboratorio de análisis clínicos, los de diagnóstico por imagen. Todos, como responsables directos del cuidado de los enfermos, grandes y pequeños. Sin dejar fuera al personal que se ocupa de las labores menos reconocidas y quizá menos agradables, pero no menos importantes, como el que realiza el personal de limpieza y los intendentes, y ordenanzas. Pero sobre todo, reflexioné sobre la vida, la muerte y Dios.

La vida y la muerte, los dos extremos de la existencia que podemos certificar. Procesos, sucesos, eventos, experiencias gratas o sufrimientos profundos, intensas emociones que atesoramos como lo mejor que podemos poseer, si bien lo inmaterial, lo meramente afectivo, son bienes tan inconmensurables, como efímeros, que atesoramos en un arcón virtual escondido en un lugar ignoto del corazón, o si se prefiere: de la mente, supuestamente asentado en alguna circunvolución del cerebro.

La vida y la muerte son esas intangibles sustancias, materia prima sobre la cual los médicos trabajamos afanosos. En ocasiones por amor al prójimo, en otras como un modus vivendi por el cual apostamos nuestra propia vida y esfuerzos. En otras, por mero orgullo y egocéntrica soberbia humana. Porque los médicos, somos humanos, y no ángeles, en el sentido místico de la palabra ángel. Ni apóstoles en el sentido religioso del término apóstol. Aunque si analizamos estos sustantivos, desde las palabras hebreas que las originan, respectivamente: [Malaj en el así conocido Antiguo Testamento; y Shliaj, en el Nuevo Testamento según se conoce en Occidente] ambos sustantivos son sinónimos en la práctica.

Entonces sí, los médicos: somos apóstoles (enviados) y también somos ángeles (es decir: mensajeros), en ocasiones de Dios, y en otras, solamente, agentes formados en Universidades, y en hospitales, a fuerza de desvelos, de renunciar a tener vida propia, familia, esparcimiento. Renunciando también a gozar del reposo corporal a horas biológicamente humanas. Al abdicar al yo, al interés personal, al justo emolumento, a la propia salud, al interceder a favor de otro, la Medicina, se vuelve sacerdocio, ministerio del cual el médico se convierte en diácono, tratando de impedir que el deudo, o el desahuciado, en su dolor o en su desánimo, pierdan la fe en Dios. Y es que solamente Dios, tiene en sus manos las llaves de la vida y de la muerte.

Por ello, el oficio médico es tan ingrato al final. Dudo que haya algún médico que no haya sido testigo alguna vez, de un enfermo moribundo, que sana contra todo pronóstico, en tanto que otro, a punto de sanar, muere repentinamente a pesar de recibir la mejor atención y cuidados de la Ciencia. Por tanto, el resultado final del quehacer del médico está más allá de sus conocimientos y destrezas, cuando es Dios, quien dictamina el resultado. Por supuesto que hay médicos más diestros que otros, así como hay abogados más capaces, u operarios más productivos, o secretarias más eficientes. Pero aun los médicos más prodigiosos y eminentes, verán con resignación, morir a más de un enfermo grave, una vez que se rebasan los límites del hombre.

La vida y la muerte, los dos extremos de un proceso al que denominamos existencia. Extremos que somos capaces de mirar objetivamente como una realidad que nos afecta. Proceso cuyo devenir, artificiosamente fortuito y caprichoso, es el resultado del concurso de factores aparentemente inconexos, aleatorios, de los cuales depende lo mismo: que una destreza superior se manifieste o que una enfermedad aqueje a un individuo. En tanto que los mismos factores conjugados de manera similar, no llevan necesariamente al mismo resultado en otro sujeto.

La vida y la muerte; nos debieran llevar a reflexionar que: aun poniendo en duda lo que las religiones pregonan y enseñan como dogmas incuestionables; la existencia tiene una razón de ser, que el conocimiento humano no logra desentrañar, y un propósito, que corresponde a cada cual definir conforme los dictados de su corazón y de su razón, al margen de toda insinuación mística enajenante, y de toda soberbia y necedad humana.

Dr. Carlos Fernando Herrera López

Médico

Es decir:

(Ya'akov Ben Tzyion)

Creyente